caricriatura

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Ni creas que me gustan los barcos pero el programa de la tele estuvo bien. Acorazados en el mar, gigantescos cruceros con espectáculos irreales llevados a paseo, buques tanque, cuartos de máquinas monstruo, rompehielos, buques sobreviviendo tormentas, marinos apurados, gente de guerra. Las grandes máquinas se llamaba el programa y salían hundimientos, ahogados, proas partiendo olas monumentales de vidrio, superficies de mar que nunca veré. No nunca veré. -Para qué entonces las ves, imagino que me dice mi mujer que duerme desde hace rato-. Pues para cargarme de imágenes para mis sueños, para que haya disposición de secuencias de mar aunque nunca esté ahí. Algo en mí ya ha estado en el mar, en alta mar. Luego sueño que las olas me golpean, que el mar se sale de madre, que tsunamis del fin del mundo se aprestan a inundarlo todo y trato de huir. De reojo veo el mar emputado mientras aprieto a mi hija entre mis brazos y ahí están las olas que nunca he visto, las tormentas que ni imagino. Por eso veo de todo para soñarlo, aunque de barcos no sé nada y tampoco sé que sueña mi mujer y tampoco sé para que quiero soñar tantas cosas que luego ni me acuerdo y otras que no quiero recordar porque ya sé que hay algo que está bajo todo y que no podemos soportar su relevancia y que eso me manda a que vea la tele sin importar lo que pase ahí.