Tres.
El chiste es que logre mostrar al lector que puedo abofetearlo mostrando una espiral de emoción que deje asomar un destello de delicadeza un tanto inteligente, un tanto inesperado; que sienta la ventaja que posee frente al personaje descrito, casi sin importar la situación aunque esté maravillosamente sintetizada, incluso con rasgos de belleza; sin embargo, en el despliegue puede que no encuentre el intersticio que me permita sentir con la seguridad de haber logrado algo; entonces la tarea es opacar el fracaso apoyándome en frases contundentes, una descripción grotesca o un ardid de esos que nunca faltan. Lo bueno que lectores atentos los hay pocos. Incluso puedo eludir y hacerlos enojar dejando ver que lo que fracasó fue su lectura pero tratando, inmediatamente, de recuperarlos al momento siguiente con una generalización de filosofía contemporánea, casi periodística, eso gusta. El lector es insoportable pero no hay de otra.