Cinco.
Sí, ya pasaron más de diez años, ya es abuela, ya se cristalizó su divorcio, vive en su depa, con su hijo de treinta años muy bien la cosa. Presume su fortaleza con una foto que le manda a sus amigas en donde se ve, muy buena por cierto, toda la amargura transformada en dominio: carga a su nieto con unas manos poderosas, firmes, decisivas, irrebatibles, tensas, sosteniendo el mundo reciente como si no pesara; el pequeño acurrucado y protegido ante una bravura intrépida y letal, los brazos de músculo dibujado: una prolongación que mejor describe su carácter actual de lo que es su rostro donde se marcaron las huellas de la batalla perdida contra su padre que por cierto murió hace más de diez años.
Sí, ya pasaron más de diez años, ya es abuela, ya se cristalizó su divorcio, vive en su depa, con su hijo de treinta años muy bien la cosa. Presume su fortaleza con una foto que le manda a sus amigas en donde se ve, muy buena por cierto, toda la amargura transformada en dominio: carga a su nieto con unas manos poderosas, firmes, decisivas, irrebatibles, tensas, sosteniendo el mundo reciente como si no pesara; el pequeño acurrucado y protegido ante una bravura intrépida y letal, los brazos de músculo dibujado: una prolongación que mejor describe su carácter actual de lo que es su rostro donde se marcaron las huellas de la batalla perdida contra su padre que por cierto murió hace más de diez años.