Seis.
A eso de las ocho de la mañana. Vapor de café y una banca de calle fría. Mucha gente haciendo lo mismo. Eso tranquiliza. Cincuenta años. Hombre. Reconozco que no soy de grandes batallas, aunque sí de grandes lecturas. Tengo en mi cabeza mucho quehacer y veo a mi vecina con una maquinilla donde ordena su agenda del día mientras le limpia los zapatos uno que me ve que la veo. Tengo una apretura de cráneo aunque me agrada la mezcla con olor de gasolinas sofisticadas y perfumes costosos y no sé que hacer con lo leído. Puedo describirte hasta el insulto y propiciar que desees degollar a mi puta madre por desgajarte en un puto instante. Veo tu rostro y sé de que pie cojeas. De hecho yo cojeo y traigo un enorme perro y estoy que me lleva la verga. Aunque ya me cansé de mi superioridad, ya me enfermé, ya releí y casi todo es odioso y sé esta es la mejor hora del día. Ahí está la vecina psicoanalista: se acomoda y se pierde y sopla a su café. Seguro quiere alzarse en sistema. Me encanta su rostro que no ha descubierto su propio límite. Tengo la ventaja que hace años llegué al mío y sé ver los límites de los demás. Sería buen psicólogo porque veo el culo de la gente con verle la jeta. Debería sentirme un poco mejor con esta habilidad. No soy un mal pintor aunque no me resigno a mi mediocridad. Debería, para gustar mejor de mi cafecito.
A eso de las ocho de la mañana. Vapor de café y una banca de calle fría. Mucha gente haciendo lo mismo. Eso tranquiliza. Cincuenta años. Hombre. Reconozco que no soy de grandes batallas, aunque sí de grandes lecturas. Tengo en mi cabeza mucho quehacer y veo a mi vecina con una maquinilla donde ordena su agenda del día mientras le limpia los zapatos uno que me ve que la veo. Tengo una apretura de cráneo aunque me agrada la mezcla con olor de gasolinas sofisticadas y perfumes costosos y no sé que hacer con lo leído. Puedo describirte hasta el insulto y propiciar que desees degollar a mi puta madre por desgajarte en un puto instante. Veo tu rostro y sé de que pie cojeas. De hecho yo cojeo y traigo un enorme perro y estoy que me lleva la verga. Aunque ya me cansé de mi superioridad, ya me enfermé, ya releí y casi todo es odioso y sé esta es la mejor hora del día. Ahí está la vecina psicoanalista: se acomoda y se pierde y sopla a su café. Seguro quiere alzarse en sistema. Me encanta su rostro que no ha descubierto su propio límite. Tengo la ventaja que hace años llegué al mío y sé ver los límites de los demás. Sería buen psicólogo porque veo el culo de la gente con verle la jeta. Debería sentirme un poco mejor con esta habilidad. No soy un mal pintor aunque no me resigno a mi mediocridad. Debería, para gustar mejor de mi cafecito.