caricriatura 7

Siete.

Me gusta en la tele. La verdad no pensé que su afición al cine la llevara a tan buen sueldo. Tiene una memoria de lujo. Su jetita de ratón lavado cuadra en el aparato. Explica bien las películas la flaca. Sus pequeñas tetas resplandecen cuando narra la sinopsis de una película de tetonas. ¿Qué pasará por su cabeza cuando ve porno duro o de esas películas intimistas cuando una mujer con facha púdica, pellizcándose un dedo hasta el dolor, describe que gusta de ser agredida mientras se viene?. Ah, que mija, recuerdo una borrachera cuando me explicó su amor a los objetos: un salero de una película rusa, una mesa carcomida de una sueca, las cocinas de las rumanas, los muros de una clásica alemana. Llorando, -seguro que no lo recordó al día siguiente-, se abrió y me dejó ver algo sexual, su destello. Me contó una escena: la forma en que una mujer, sobre el hombre, penetrada, ciega de placer, apoya su mano en la rodilla, la descubre y acaricia, sin perder el apoyo que permite una penetración eficaz, los dedos delgados, de una femineidad insoportable pasan sobre los vellos gruesos de la pierna del hombre. Entonces ya no sabes si goza más ese detalle de masculinidad, una pierna animal o la ocupación vaginal. Eso se me marcó. No, no se acordó de habérmelo dicho pero se abrió conmigo, ella tan modosita que se ve en la tele. Me la imagino caminando tan seria en la calle con demasiada luz de noche, disfrutando lo real de la ciudad infame y preciosa, mirar aprendido de tanto cine mientras puede sentir a la perfección la forma genital de su botón pulsátil, tumescente, su otra mejilla, como una fragilidad irreconocible, casi miserable, en contraste con su boca de labio fino, casi de hombre frío, ella el personaje helado mirado por mirada de cine, no de tele, muy lejos del ver sexual. Me gusta su imagen. Imposible de presentarse cinematográficamente. No, no es mi hija, así le digo.