Quince.
Otro homenaje a su costa. El filósofo. Mi padre. ¿Qué será de sus quince libros al pasar diez años? Supongo que nada. Pensar sobre la estética y el compromiso. El filósofo ante una apreciación de lo que aparece como bello. Su biografía será lo más interesante y no precisamente por ser bella. Lo bello en el futuro reventará y será una delimitación moral. Será la época de las drogas. Andar drogo será, el fondo de una estética superior, un estar-en-el-mundo de equilibrios inéditos. El todo percibido, la ausencia del dolor físico (claro para quien no goce de él), el todo sentido, la simultaneidad plena. La individualidad desdibujada, la droga perpetua, la recompensa técnica que habilita del todo la gran disposición cerebral. La droga hará sentir la especie a sí misma. Los genes serán conscientes y se fundirán al pequeño percibir de la persona y todo volverá a ser lo mismo pero consciente. No se tratará de la felicidad sino de una patencia humana que suprime la dolencia. Mi padre y su batalla por la estética comprometida. Pobre, será poco menos que asunto de arqueología de lo sensible. El salón atestado de gente de izquierda, de poco instruidos, de drogados de el-estar-haciendo-el bien-secular, de libros fantasiosos, de excesos de carne y alcohol. Mi padre lo sabía y sabía de su derrota y del qué de su trabajo y el porqué de mi adicción de drogas imbéciles de esta edad media, saturada de procesos. También sabe que las drogas prevalecerán, de la misma manera que sabe, a su pesar, de nuestra coincidencia de que Leibniz lo fue todo.
Otro homenaje a su costa. El filósofo. Mi padre. ¿Qué será de sus quince libros al pasar diez años? Supongo que nada. Pensar sobre la estética y el compromiso. El filósofo ante una apreciación de lo que aparece como bello. Su biografía será lo más interesante y no precisamente por ser bella. Lo bello en el futuro reventará y será una delimitación moral. Será la época de las drogas. Andar drogo será, el fondo de una estética superior, un estar-en-el-mundo de equilibrios inéditos. El todo percibido, la ausencia del dolor físico (claro para quien no goce de él), el todo sentido, la simultaneidad plena. La individualidad desdibujada, la droga perpetua, la recompensa técnica que habilita del todo la gran disposición cerebral. La droga hará sentir la especie a sí misma. Los genes serán conscientes y se fundirán al pequeño percibir de la persona y todo volverá a ser lo mismo pero consciente. No se tratará de la felicidad sino de una patencia humana que suprime la dolencia. Mi padre y su batalla por la estética comprometida. Pobre, será poco menos que asunto de arqueología de lo sensible. El salón atestado de gente de izquierda, de poco instruidos, de drogados de el-estar-haciendo-el bien-secular, de libros fantasiosos, de excesos de carne y alcohol. Mi padre lo sabía y sabía de su derrota y del qué de su trabajo y el porqué de mi adicción de drogas imbéciles de esta edad media, saturada de procesos. También sabe que las drogas prevalecerán, de la misma manera que sabe, a su pesar, de nuestra coincidencia de que Leibniz lo fue todo.