Caricriatura Diecisiete.

Diecisiete.

El contador camina por el pasillo de las joyerías para pensar un poco. El contador mayor, el que busca un retiro millonario de este su quinto encargo, lo espera para que se le explique, no el proceso de auditoria sino el cómo se ha de presentar ante los medios de comunicación. El contador, el menor, de repente visualiza la solución y la armonía entre una presentación descriptiva del flujo presupuestal que es auditado, una simplificación de la estructura de auditoría y una argumentación sin sustento técnico a los reporteros de la fuente: no tendrán los recursos para atacar con demandas de transparencia, de austeridad o fiscalización precisamente porque no está en ellos entenderlo porque el desvío está oculto a los ojos de los aficionados, es inamovible e inatacable y sobre todo legal. El contador se place de lo hermoso de la imagen, de lo perfecto. Al narrarse a sí mismo otra vez el todo de su idea, falla, porque interviene su visualización con una coja facultad narrativa. Su incapacidad verbal lo separa del hecho, del hecho hermoso del pequeño crimen perfecto. Se asusta, tenía el trabajo del día logrado. Ni modo, habrá que insistir: darse una vueltecita a la manzana para volver a pensarlo, lo tenía que conseguir como siempre lo conseguía todo, porque él es un contador y un contador tiene que sacar las cosas.